Todos somos Malvinas
El pasado 24 de marzo se cumplieron 41 años del comienzo de la última dictadura cívico militar clerical, la más perversa y sangrienta de nuestra historia. Enmarcada en el Plan Cóndor, con órdenes provenientes de Estados Unidos bajo la firma de Henry Kissinger, su objetivo primario era la “aniquilación de la subversión extremista marxista”, pero cuyo objetivo real era la implantación de un plan económico neoliberal en toda Latinoamérica.
Antes del comienzo del partido de fútbol entre Ferro y Boca Unidos, el Club llevó a cabo un reconocimiento.
#Institucional #Ferro homenajea a nuestros soldados caídos y todos los ex combatientes que pelearon en suelo patrio. ¡Todos somos Malvinas! pic.twitter.com/AxKPboGVnt
— Ferro Carril Oeste (@FerroOficial) 1 de abril de 2017
En Argentina, lo militares implantaron el terror llevando adelante un plan sistemático de persecuciones ideológicas, secuestros, torturas, fusilamientos, desapariciones forzadas, vuelos de la muerte, apropiación de bebés y sustracción de su identidad, robo de bienes muebles e inmuebles. Para esto tenían Centros Clandestinos de Detención (CCD), ya que no podía quedar registro de todo lo que estaban haciendo. Todo esto lo pudieron llevar a cabo con la complicidad y la participación directa de civiles, miembros de la Iglesia, grupos económicos y medios de comunicación. La persecución a líderes políticos y sindicales, así como también a estudiantes, era avalada por los medios como una necesidad para el “triunfo de la Patria ante los extremistas comunistas”. Todo aquél que tuviera un pensamiento distinto al oficialista (el de la Junta militar) era calificado como enemigo y debía ser aniquilado.
El silencio de la prensa (que más que silencio fue deformación de los hechos, convirtiéndose en vocera de los militares) fue cómplice de los crímenes cometidos. Claro está que no lo hacían por miedo, sino que tenían intereses directos, como la adquisición ilegal, y en una mesa de tortura, de Papel Prensa por parte del Grupo Clarín y de La Nación.
En las calles desfilaban los Falcon verdes con secuestrados encapuchados dentro. Los uniformados detenían a miles de personas y entraban en las casas a “chupar” (secuestrar) a sospechosos y a sus hijos, y se repartían los botines que encontraban en las casas (o quedaban guardados en dependencias militares en un lugar al que llamaban “pañol”). Reprimían en la vía pública a cualquiera que les viniera en gana. Incendiaban pilas inmensas de libros de distintas disciplinas, porque el conocimiento era un enemigo. Ingresaban en fábricas, escuelas y universidades (con el aval de sus autoridades) y secuestraban a trabajadores y estudiantes. A algunos los llevaban a descampados para fusilarlos y luego se deshacían de sus cuerpos. Otros, la mayoría, desfilaban por los distintos CCD, pasando por infinitas mesas de tortura para interrogarlos picana mediante, con métodos enseñados en la Escuela de las Américas y en su Manual de Interrogatorio, donde todo estaba permitido…
A las mujeres, además de las torturas, las violaban, incluso estando embarazadas. A las embarazadas las mantenían vivas hasta que dieran a luz y luego las fusilaban y hacían desaparecer sus cuerpos, haciendo creer que el bebé que llevaban dentro había muerto con ellas. Pero a esos bebés los entregaban a miembros de las fuerzas o a familias cercanas a ellos y les cambiaban su identidad de manera ilegal.
Mientras todo esto pasaba, los medios hegemónicos publicaban en sus portadas el titular “Total normalidad”.
Aquí comienza la lucha incansable de las Madres de Plaza de Mayo, quienes no cesaron de golpear puertas de los ministerios, de las iglesias, de los cuarteles, de presentar hábeas corpus, en busca de sus hijos que habían sido secuestrados y de quienes no tenían respuesta de su paradero, ya que no había información oficial (salvo aquellos que habían tenido “la suerte” de estar a disposición del PEN – Poder Ejecutivo Nacional). Ante las respuestas negativas que recibían, la falta de ayuda, la desesperada búsqueda de sus hijos que no aparecían en ningún listado, ni en los hospitales, ni en las cárceles, ni en las morgues, decidieron juntarse para poder sostenerse unas a otras en el doloroso momento que estaban viviendo y para ayudarse entre ellas.
El 30 de abril de 1977, estando las madres reunidas en Plaza de Mayo, un policía se acercó a darles la orden: “¡Circulen!”. Las madres, entonces, sin saber que lo que estaban haciendo se convertiría en un símbolo de resistencia y de lucha por los Derechos Humanos en el mundo, comenzaron a marchar alrededor de la Pirámide de Mayo. Ésa sería la primera ronda de muchas. Así nacerían nuestras queridas Madres de Plaza de Mayo. Algunas de esas madres, también eran abuelas que buscaban a sus nietos secuestrados junto a sus padres. Otras sabían que sus hijas o las compañeras de sus hijos estaban embarazadas. Y movieron cielo y tierra para encontrar a esos niños que, mediante suplantación de identidad, también estaban desaparecidos. Nuestras queridas Abuelas de Plaza de Mayo continúan luchando para restituir la identidad de todos los nietos que aún falta encontrar. Instalado el plan económico que llevaría al país a una deuda odiosa impagable, que incluyó la estatización de la deuda privada, contraída por grandes grupos económicos, y con los organismos internacionales pidiendo por los desaparecidos y el respeto a los Derechos Humanos, los militares intentaron ganar aprobación popular para perpetuarse en el poder mediante un mundial de fútbol (en el ’78) y la Guerra de Malvinas (en el ’82). Pero las cosas no salieron como esperaban. Con la llegada de la Democracia (en el ’83), se estableció la cifra de desaparecidos en 30 mil, vino el Juicio a las Juntas, la condena y la frase que nos marcaría para siempre: ¡NUNCA MÁS! Pero también vino la teoría de los dos demonios, el Punto Final y la Obediencia Debida, y posteriormente, el indulto.
Pasarían años para que comenzaran los juicios de lesa humanidad, condenando hasta el momento a más de 600 genocidas. Los juicios continúan, seguimos recuperando nietos apropiados, tenemos el Día de la MEMORIA por la VERDAD y la JUSTICIA, el Equipo de Antropología Forense (respetado en todo el mundo) sigue identificando cuerpos, y las Madres y Abuelas nos siguen marcando el camino. Pero en el último año y medio, volvió a ponerse en tela de juicio el número de desaparecidos, empezaron a hablar del “curro de los Derechos Humanos”, volvió a implantarse la teoría de los dos demonios y muchos genocidas condenados, cumpliendo cárcel común y efectiva, fueron beneficiados con la prisión domiciliaria o con prisión en lugares de privilegio como Campo de Mayo (custodiados por su propia gente). Si hay algo que nos enseñaron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, es que no podemos abandonar la lucha. Repudiamos esta postura reconciliatoria del Gobierno con los genocidas y sus cómplices, en una suerte de aquí no pasó nada.
No aceptamos que se cuestione el número de desaparecidos, porque los militares siguen con su pacto de silencio y no quieren entregar las listas con los nombres de los desaparecidos, qué hicieron con ellos y dónde se encuentran sus cuerpos, así como tampoco nos dicen dónde están los nietos apropiados. No perdonamos los crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura. No queremos más terrorismo de Estado. Ni en dictadura, ni en democracia. Seguiremos teniendo MEMORIA. Seguiremos buscando la VERDAD. Seguiremos pidiendo JUSTICIA. Seguiremos gritando: ¡NUNCA MÁS!30.000 compañeros detenidos desaparecidos, ¡PRESENTES! ¡AHORA Y SIEMPRE!
Subcomisión de Derechos Humanos.